Adelante Reunificacionistas de Puerto Rico y España

La indoctrinación religiosa como elemento de cambio cultural en Puerto Rico a principios del Siglo XX

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El siguiente artículo de José Lara Fontánez propone ampliar el artículo
“Los Hermanos Cheo y el ataque de EE.UU. a la Iglesia Católica de Puerto Rico”,
de Esther R, publicado por Adelante Reunificacionistas.

Mucho antes de la invasión estadounidense de Puerto Rico en 1898, la situación política, social y religiosa de España y sus provincias de Ultramar se encontraba en estado precario. El gobierno republicano en el poder desde mediados del S. XIX no solamente era anti-católico, sino que también era anti-español. España entera – incluyendo sus provincias de Ultramar – sufrían a manos de individuos liberales y contrarios al modo de vida predominante hasta entonces. El desprecio que sentían muchos puertorriqueños por el dominio español iba en contra del estilo de este gobierno, no de la cultura hispana, a la que pertenecían y con la que se identificaban. Luego de la desamortización comenzada por Godoy en 1798, la Iglesia había perdido gran parte de sus bienes y terrenos. Consistió la desamortización en poner en el mercado mediante subasta las tierras y bienes amortizados, es decir, que no se podían comprar ni vender. Estas tierras estaban en manos de la aristocracia, La Iglesia Católica o las Órdenes Religiosas y los municipios y el Estado. El objetivo, entre otros, era lograr el apoyo popular para la causa liberal. El ministro de Isabel II Mendizábal estuvo a cargo de la desamortización eclesiástica para el 1836. Hubo desamortización eclesiástica en Puerto Rico, también. Este hecho histórico será utilizado como argumento por algunos estadounidenses en la lucha de la Iglesia Católica contra el ejército invasor por apropiarse los bienes de la Iglesia en Puerto Rico. La Restauración de la Monarquía Borbónica en 1873 trajo consigo la restauración de los bienes y terrenos de la Iglesia y la remuneración del gobierno por dicha desamortización. Pero trajo también una relación co-dependiente entre Iglesia y Estado español en la cual el clero no solamente dependía del gobierno para la operación de sus instituciones, sino que el mismo clero se había convertido en una especie de funcionario de la Corona, lo que se llamó regalismo. El pueblo rechazaba a dichos funcionarios al rechazar la Corona que representaban.

La Iglesia Católica crea las diócesis de Santo Domingo, Concepción de la Vega y Puerto Rico el 8 de agosto de 1511 por la bula Romanus Pontifex del Papa Julio II. Estas nuevas diócesis son sufragáneas de la Diócesis de Sevilla. Una diócesis sufragánea es una diócesis dependiente de una arquidiócesis y su arzobispo metropolitano en lo que ésta se levanta y organiza. La Diócesis de Puerto Rico fue sufragánea de la de Sevilla para luego serlo de la Diócesis de Santo Domingo y finalmente de la Diócesis de Santiago de Cuba. Para el 1899 y por la invasión estadounidense, Roma rechaza la propuesta de la Iglesia de Estados Unidos de convertir la Diócesis de Puerto Rico en sufragánea de la Diócesis de Nueva Orleáns al enterarse el Papa León XIII de las intenciones del presidente McKinley de americanizar y protestantizar a Puerto Rico. Mediante el Breve Apostólico Actum Praeclare del 20 de febrero de 1903, León XIII cambia el nombre de la Diócesis de Puerto Rico por el de Diócesis de San Juan y la eleva a Provincia Eclesiástica independiente. La Diócesis de San Juan responderá directamente a Roma desde entonces.

Consideremos algunos puntos históricos que nos llevan hasta el momento de la Invasión estadounidense y su intentona de americanizar el Caribe y atacar a la Iglesia Católica en Puerto Rico.

Inglaterra, la Madre Patria de los Estados Unidos, se separa de la Iglesia Católica con el rey Enrique VIII en el S. XVI. Aunque se aducen razones religiosas, lo cierto es que la separación de Inglaterra de Roma es de carácter político-económico. Esto es lo que ocurrió en gran parte de Europa con la llamada Reforma Protestante: las razones político-económicas tuvieron más peso que las razones religiosas para separarse de Roma y su poder. Estados Unidos y su “sueño americano” le ganaron el adagio de “animam americanam pecunia est” (el alma americana es el dinero). Desde mediados del S. XIX y finalizada gran parte de su expansión territorial con la “conquista del oeste”, el estadounidense busca expandir su territorio y su economía apropiándose de los territorios de la América Hispana y de las Islas del Pacífico. Les mueve la doctrina del evangelio de la prosperidad: “Dios quiere que los creyentes sean sanos físicamente, ricos materialmente y felices personalmente”. Esta herejía llega hasta nuestros días y no ha perdido nada de su fuerza e influencia. La vemos en una serie de predicadores de sectas protestantes que la promueven a ultranza. Este evangelio de la prosperidad tiene su origen en el movimiento filosófico del Nuevo Pensamiento – precursor del movimiento de la Nueva Era de nuestros días – y que comenzó en el S. XIX, también. El estadounidense progresista vive altamente influido por este movimiento como también por la doctrina del Destino Manifiesto del Hombre Blanco Anglosajón Protestante (WASP, Manifest Destiny of the White Anglo Saxon Protestant), que persigue la liberación de los pueblos y su progreso económico, poniendo a Estados Unidos como la nación llamada y enviada por Dios para lograr dicha «liberación» al asumir su Destino Manifiesto de dominar a todos los pueblos de la Tierra. Es la exportación del pensamiento y estilo de vida estadounidense a sus países vecinos. Pero de la misma forma que los predicadores del Evangelio de la Prosperidad no establecen que los únicos que prosperan con este evangelio son ellos mismos al recibir las donaciones de la gente, los Estados Unidos nunca establecieron que el progreso económico del que hablaban con su Destino Manifiesto Americano era solamente para ellos. Más de dos siglos de independencia de los países de Hispanoamérica atestiguan contra un progreso económico que jamás llegó para ellos.

Ese Destino Manifiesto Americano, que nos considera a todos los demás hermanos del Continente como seres inferiores y necesitados de salvación de la superstición Católica y ese evangelio de la prosperidad es lo que “vienen a traernos a los puertorriqueños nuestros libertadores del Norte”. No en balde hay una pujante campaña de americanización y protestantización de los puertorriqueños en la agenda estadounidense desde comienzos del S. XX. Una vez completado el Tratado de París de 1898 y anexado Puerto Rico como territorio colonial a Estados Unidos, el gobierno invasor se ve envuelto en la tarea de cambiar las cosas en la Isla. La Iglesia Católica es piedra de tropiezo para el avance de su campaña. Puerto Rico era católico en su mayoría, aunque existían agnósticos, masones y ateos también. El gobierno estadounidense se ve obligado a tratar con la Santa Sede para resolver los problemas que se le presentan de inmediato. Aunque McKinley le aseguró al Obispo de Saint Paul, Minnesota John Ireland que la Iglesia en los nuevos territorios tendría el mismo estatus jurídico que en los Estados Unidos, separación Iglesia-Estado sin hostilidad para los católicos y que las propiedades eclesiásticas mantendrían el estatus que tenían antes de la guerra Hispano-Estadounidense, no fue así. El ejército estadounidense se apropió de edificios y terrenos de la Iglesia argumentando que era su derecho por ser la Isla “botín de guerra” con la firma del Tratado de París de 1898. Se creía que los curas y las órdenes religiosas abandonarían la Isla. Se estableció un sistema escolar público religiosamente neutro. Los alcaldes se apropian de los bienes de la Iglesia y se expulsa a los escolapios y las damas del Sagrado Corazón de sus colegios. Los ayuntamientos cooperan con los protestantes para minar el poder de la Iglesia. Se le habla a los curas de la separación de Iglesia-Estado y se niega el gobierno a dar ayuda al clero y a sus instituciones, como se hacía bajo el dominio español.Masones y protestantes tratan de sublevar al pueblo contra el clero y hay una gran crisis moral, aunque la gente seguía yendo a la Catedral en los tiempos fuertes.


El Vaticano


La Santa Sede envía como Delegado Apostólico al Arzobispo de Nueva Orleáns Placide Louis Chapelle el 16 de enero de 1899. Será el trabajo de Chapelle normalizar las relaciones de la Iglesia y el Estado en Puerto Rico y lograr la devolución de los bienes de la Iglesia. Urgía nombrar a un obispo para la diócesis y se sabía que no le caería bien a nadie que fuera un español. No había ningún sujeto capaz entre el clero nativo. La elección de un puertorriqueño incrementaría los problemas y provocaría el retorno de los sacerdotes españoles. Chapelle propone al Marista James Hubert Blenk, celoso, prudente y pragmático. Podría extender la presencia Marista en Puerto Ricoy abrir colegios católicos nuevamente. La presencia de Chapelle en Puerto Rico duró hasta el 9 de febrero. Derribó al “Gobierno Autonómico” que perduraba tras la ocupación. Ganó la benevolencia de las autoridades. Restituyó el colegio de Santurce a los escolapios e impidió que fuesen expulsadas del suyo las damas del Sagrado Corazón. Puso en orden la situación económica y se informó del estado de los bienes de la Iglesia para iniciar las reclamaciones. Había que inscribir, conforme a las leyes estadounidenses, los bienes de la Iglesia en el Registro de la Propiedad.

Nombrado Blenk, McKinley se reunió con él y le declaró la pronta americanización de la Isla. Se confió la enseñanza católica a institutos religiosos estadounidenses, descartando a los españoles y los holandeses. El Comisionado de Educación obligó a las escuelas a enseñar inglés. Diez años tomó ganar la contienda en los tribunales federales para que el gobierno regresara los bienes a la Iglesia o entregara compensación por las propiedades incautadas. El 16 de mayo de 1902 Chapelle viaja a Puerto Rico con Blenk y propone la elevación de San Juan a una arquidiócesis y la creación de las diócesis de Ponce y Arecibo. Hay que recordar que, por la separación Iglesia-Estado, el gobierno estadounidense se negaba a ayudar al clero con sus instituciones. La división de la Diócesis de San Juan debilitaría la cuestión económica más aún y afectaría la administración de la diócesis en general, a beneficio de la avanzada protestante. Es así cómo la desamortización de Mendizábal desde el S. XIX afecta a Puerto Rico más aún con la apropiación del ejército estadounidense y la negativa del gobierno de ayudar a las instituciones de la Iglesia.

La separación Iglesia-Estado trajo consigo la libertad de culto a Puerto Rico, con la planificación del gobierno estadounidense de dividir el País y emprender una cruzada misionera anti-católica de protestantizar a Puerto Rico. No solamente se sacaba el gobierno español de la Isla. Se buscaba ahora la eliminación del lenguaje español y del catolicismo, pura identidad Hispánica. La debilidad y desorganización del clero católico en Puerto Rico y su tamaño pequeño hacían del pueblo rural terreno fértil para el protestantismo. Fueron los protestantes una pieza clave en transmitir los valores de la nueva metrópolis y en facilitar los planes estratégico-millitares  económicos que las autoridades del gobierno estadounidense tenían para Puerto Rico, como bien leímos en el artículo sobre los Hermanos Cheo en Adelante Reunificacionistas. “En otras palabras, a partir de la invasión, en los años más confusos e inciertos de la nueva conquista, el gobierno estadounidense estranguló económicamente a la Iglesia Católica de Puerto Rico”. Bien sabían los invasores que ser católico, puertorriqueño y español iban de la mano. Se trataba de matar la cultura acabando con la Iglesia como en otros sitios.

Aunque la Diócesis de Ponce no se crea hasta 1924, surgen en Puerto Rico hombres de resistencia cultural y religiosa que entendieron lo que ocurría y decidieron poner manos a la obra. Fue así como estos dos jíbaros con el nombre de José y apoyados por el clero crean a lo que se llamá después los Hermanos Cheo, quienes no solamente defendieron la fe católica de los invasores protestantes, sino que trataron de “salvaguardar la identidad puertorriqueña de origen hispánico con matices culturales propios y distintos de los estadounidenses”, como bien nos aporta el mencionado artículo.

Hoy, respetamos la libertad de conciencia, de reunión y de asociación de nuestros hermanos puertorriqueños. Queremos, sin embargo, recordar que los ataques del invasor estadounidense se manifestaron en más de un campo de la vida cotidiana del puertorriqueños y que se trató de robarnos nuestra identidad, fe y cultura. Sin importar los ideales políticos de nuestros paisanos, hemos de entender que el puertorriqueño es un hispano y nunca podrá ser un anglosajón porque no está en su naturaleza. Tenemos siglos de cultura y de historia y una riqueza inigualable. No necesitamos intentar ser lo que no somos ni podremos ser nunca. Conocer nuestra historia nos informa y prepara para tomar mejores decisiones al presente y preparar nuestro futuro. ¡Viva Puerto Rico español! ¡Adelante!


Enlace Nuestro Relacionado:

“Los Hermanos Cheo y el ataque de EE.UU. a la Iglesia Católica de Puerto Rico”

 Enlaces Relacionados:

Historia de Puerto Rico: economía y cultura 1898-1917, Hermanos Cheo

La Iglesia Católica ante la Invasión de EEUU

El Tratado de París de 1898 y la cesión de Puerto Rico a los EE.UU.

[ENTREPARÉNTESIS] Revista Educativa Puertorriqueña

LA RELIGIÓN CATÓLICA EN LA SOCIEDAD PUERTORRIQUEÑA. SU RELACIÓN CON LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA

Política cultural del protestantismo en Puerto Rico después de la invasión norteamericana desde el 1898 hasta el 1930


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