Adelante Reunificacionistas de Puerto Rico y España

Los Negros Sevillanos

Fragmento de Carro del Aire (esquina inferior izquierda), Domingo Martínez 1747, Museo de Bellas Artes de Sevilla.

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Tuvo principio por los años de 1400. Esta corporación, fundada por D. Gonzalo de Mena, Arzobispo de Sevilla, no reconoció otro objeto que el amparo y socorro de los Negros, clase por lo común pobre y desvalida, para cuyo efecto les hizo dicho Arzobispo una casa hospital (1). 

Dos importantes iniciativas marcaron el paso de Don Gonzalo por la sede sevillana: la erección del monasterio de Santa María de las Cuevas, para monjes cartujos, en la vega de Triana, separado de las murallas de la ciudad por el río Guadalquivir, y la fundación de una casa-hospital para negros desvalidos. Los primeros monjes llegaron a comienzos del año 1400 pero no es conocida la fecha precisa en que se inicia la fundación para negros ni el primitivo lugar de ésta [Hermandad de los Negritos de Sevilla].

También en la última década del siglo XIV varias pérdidas de cosechas, debido a inundaciones y otras calamidades, provocaron hambres, y a estas se unieron epidemias, sobre todo de peste, lo que desembocó en una situación especialmente grave para las clases más desprotegidas. Entre estas, ninguna en estado tan precario como la de los negros, sobre todo si eran esclavos de familias no muy poderosas, lo que era frecuente. Ante la crisis, estas familias se apresuraban a desprenderse su servidor o servidores domésticos, a los que abandonaban, sobre todo si aparecía en ellos alguna muestra de enfermedad o debilitamiento, ya que suponían más bocas que alimentar y cuidados que procurar. Y no en mejores condiciones quedaban los negros libres, siempre en la imprecisa línea entre el hampa y los trabajos más eventuales y peor pagados.

No es de extrañar, pues, que el Arzobispo crease en estas circunstancias una institución asistencial para ellos: nace así el hospital y casa para morenos. Junto a este, ya desde el principio, pudo instituirse una hermandad, del mismo tipo de las que atendían muchos de los otros hospitales existentes en la ciudad; pero incluso si no hubiera sido así, dicha casa-hospital se convertiría necesariamente en el eje de la sociabilidad y luego del asociacionismo étnico hasta consolidarse la hermandad [sevillana] ya de forma institucionalizada.

En el marco de una sociedad multiétnica –castellanos, judíos, moriscos, negros, mulatos e, incipientemente, gitanos– los trece años de reinado directo de Enrique III de Castilla, entre 1393 y 1406, contemporáneos de los ocho que duró el arzobispado de Don Gonzalo en Sevilla, se caracterizaron por la toma de medidas de gobierno favorecedoras de los sectores populares y limitativas del excesivo poder de los nobles. Concretamente respecto a los esclavos negros, se reglamentó su situación, reconociéndoseles algunos derechos, entre ellos el de poder reunirse los domingos y días de fiesta. En Sevilla, según señalan las crónicas, lo hacían cerca de Santa María la Blanca, en la zona que luego se llamaría de la Puerta de la Carne, con panderos, tambores y otros instrumentos de su tradición cultural autóctona, celebrando grandes bailes; una tradición que más tarde pasaría a América, donde todavía en el siglo XIX tenían lugar en Cuba estos cabildos o asambleas, con eje central en el baile. Cabildos afroamericanos cuya dirección debieron tenerla, en sus inicios, los negros sevillanos llevados a Cuba como servidores domésticos, tal como afirma en sus trabajos el antropólogo e historiador cubano Fernando Ortiz. Dadas las características de aquellos tiempos, la iniciativa del Arzobispo Don Gonzalo de instituir una fundación para negros se inscribe en un contexto no sólo eclesiástico sino también político que la explica adecuadamente.

Fue el modelo de cofradía étnica andaluza el que fue trasplantado [a los Reinos de Indias] para generar las cofradías de indios y de negros que se crean en todas las grandes ciudades y en muchos pueblos a partir del siglo XVI, la institucionalización del asociacionismo en las etnias dominadas, en nuestro caso la etnia negra, a través de su agrupamiento en hermandades o cabildos, rendía dos grandes beneficios a los sectores sociales dominantes: por una parte, integraba a los socialmente marginados en el marco ideológico central de la sociedad global de la época, favoreciendo la interiorización de una ideología común entre amos y esclavos, entre poderosos y menesterosos. Incluso, por esta vía, pudo conseguirse que se percibiera una situación de cierta igualdad, cuya realidad se daba exclusivamente en el plano simbólico –la hermandad de los negros, al menos en principio, era una más entre todas las de la ciudad, podía pleitear con las de sus amos, tenía protectores en la Iglesia y luego también en algunos nobles–, a la vez que se mantenía una desigualdad profunda en el plano de la sociedad real.

Por otra parte, al decidirse a favorecer el asociacionismo organizado de la etnia negra, se conseguía también que los individuos de esta no fueran necesariamente seres aislados, irresponsables, individualmente al margen de la sociedad, plenamente abocados a la picaresca cuando no a la delincuencia; seres asociales, peligrosos para la sociedad por su situación marginada de la vida social. Esto ocurría, más aún que con los esclavos, con el creciente número de negros libertos que había sobre todo en Sevilla, pero también, aunque menos numerosos, en otras ciudades andaluzas. Quienes conseguían su libertad, básicamente por concesión de sus amos al morir o por nacer de negras libres, muy difícilmente obtenían un empleo permanente y, por ello, se veían obligados a vivir de la caridad pública o mediante el robo y otras acciones asociales. Promoviendo su agrupación en una hermandad se conseguía que, como colectivo, tuvieran un medio de integración en la sociedad y, como individuos, pudiera exigírseles mayores responsabilidades. Pero, sobre todo, al estar organizados en asociaciones minuciosamente reguladas y sujetas a la autoridad de los poderes establecidos, se garantizaba el control político sobre ellos de manera más efectiva que si los miembros de la etnia, en especial los negros libres, estuvieran dispersos, incontrolados al relacionarse entre sí solamente mediante formas de sociabilidad no institucionalizada, mucho más difíciles de regular y de controlar.

A favorecer este control se encaminaron los nombramientos de mayorales de los negros sevillanos que realizaron los reyes desde la época de Enrique III y de Don Gonzalo de Mena, designando jefes de la colectividad negra para que fuesen, a la vez, representantes del poder político dentro de su etnia, para regular sus costumbres y actuar de jueces de paz entre ellos, auxiliando a la Justicia, e interlocutores y representantes de la etnia ante los poderes públicos.

Leamos lo que nos dice al respecto Ortiz de Zúñiga (2): “Había años que desde los puertos de Andalucía se frecuentaba la navegación a las costas de África y Guinea, de donde se traían esclavos negros, de que ya abundaba esta Ciudad; eran tratados con gran benignidad desde el tiempo del rey Enrique III, permitiéndoseles juntarse a sus bailes y fiestas en los días feriados, cion que acudían después más gustosos al trabajo y toleraban mejor el cautiverio. Sobresaliendo algunos en capacidad, se daba a uno título de Mayoral, que patrocinaba a los demás con sus amos y con las Justicias componía sus rencillas. Hállase así en papeles antiguos y acreditalo una cédula de los Reyes católicos, dada en Dueñas a 8 de Noviembre de este año (1475), en que dieron título a uno llamado Juan de Valladolid, su Portero de Cámara: Por los muchos buenos, é leales, é señalados servicios que nos habeis fecho, y fazeis cada día, y porque conocemos vuestra suficiencia y habilidad y disposición, facemos vos Mayoral e Juez de todos los Negros e Loros (mulatos), libres o captivos, que están é son captivos é horros (libertos) en la muy noble y muy leal Ciudad de Sevilla, é en todo su Arzobispado, é que non puedan facer ni fagan los dichos Negros y Negras, y Loros y Loras, ningunas fiestas nin juzgados entre ellos, salvo ante vos el dicho Juan de Valladolid Negro, nuestro Juez y Mayoral de los dichos Negros, Loros y Loras; y mandamos que vos conozcais de los debates y pleitos y casamientos y otras cosas que entre ellos hubiere é non otro alguno, por cuanto sois persona suficiente para ello, o quien vuestro poder hobiere, y sabeis las leyes é ordenanzas que deben tener, é nos somos informados que sois de linage noble entre los dichos negros “.

[Como ejemplo sirva el hecho cuando] los negros sevillanos acuden, el 24 de Julio de 1477, colectiva y festivamente, de forma ordenada, al recibimiento que la ciudad hace a la reina Isabel en la puerta de la Macarena. Y participan, asimismo, con asiduidad, en la procesión del Corpus, al igual que lo hacen corporativamente todos los estamentos de la ciudad: se conserva una disposición de 1497 en este sentido, que sería el modelo seguido, décadas más tarde, por otras similares en La Habana (en 1573) y en otras ciudades americanas.

En 1504, el cargo de mayoral fue ejercido por otro negro, Juan de Castilla, el cual incluso se tituló “rey de los negros “; también la misma denominación que se otorgarían tiempo después los jefes de las colectividades afroamericanas del Caribe y otros lugares del Nuevo Mundo.

 

Notas:

(1) González de León, Felix: Historia crítica y descriptiva de las cofradías de penitencia, sangre y luz fundadas en la ciudad de Sevilla; con noticias del origen, progresos y estado actual de cada una, y otros sucesos y curiosidades notables , Sevilla, 1852 (ed. facsimil, 1994).

(2) Ortiz de Zúñiga, Diego: Anales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla… Madrid, 1677.

 

Fuente: Isidoro Moreno Navarro, Univeresidad de Sevilla, Don Gonzalo de Mena y su fundación para negros | Hermandad Los Negritos

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