Negros Conquistadores. Negros Libres y Esclavos

Martín Boneo ‘Candombe’, 1915, Museo Histórico Nacional, Argentina

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Los mulatos de Esmeraldas (1599), óleo del pintor mestizo Andrés Sánchez Gallque, Museo de América. Esta pintura se realizó a fin de obsequiar a Felipe III con una obra que plasmara la exitosa conversión de los cimarrones, esclavos negros fugados o rescatados de naufragios que acababan por convertirse en caciques de comunidades indígenas, auténticos conquistadores negros.

Los africanos llegaron a América ya a finales del siglo XV, prácticamente al alimón de las huestes colombinas. No en vano, existía población negra tanto en Portugal como en la Andalucía occidental. En el caso andaluz, si nos vamos más atrás, Sevilla se configura como una salida estratégica al océano Atlántico a través del curso del río Guadalquivir, y desde los siglos XIII al XV será un enclave predilecto de la Corona de Castilla. Las guerras entre moros y cristianos se prolongarán durante siglos (incluso después de la Toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492), siendo que traerán consigo esclavos europeos en África y esclavos africanos en Europa; extendiendo este execrable tráfico humano al Nuevo Mundo. Y sin querer soslayar ni justificar la esclavitud, hay que dejar claro que este hecho histórico no fue algo de “blancos contra negros”, pues la esclavitud existía y de hecho sigue existiendo en la propia África, y que antes del “comercio europeo” fue controlado por los árabes; así como árabes y turcos comerciaron con millares de esclavos blancos. Y eso por no hablar en nuestro tiempo de los millones de personas que fueron esclavizadas por el imperio soviético…

Sea como fuere, en el año 1393, el cardenal Gonzalo de Mena fundó en Sevilla un hospital para acoger a los esclavos negros que, envejecidos o enfermos, eran abandonados a su suerte por sus amos: estamos hablando de la que hoy en día continúa funcionando como la Hermandad de los Negritos, antaño conocida como la Cofradía de los Morenos, que ya a finales de ese siglo XIV se convertiría en un efectivo mecanismo de fe e integración, pues no en vano, también pulularon numerosos negros y mulatos libres, pasando muchos de ellos a América. Así, desde finales del XV llegaron a Cuba negros libres procedentes de Andalucía, que con el tiempo se conocerían como “negros curros”, ligados a una suerte de folclore picaresco.

Hasta finales del siglo XVIII, Sevilla, Cádiz y algunos pueblos de Huelva contarían con importantes minorías negras. Con todo, en la primera mitad del siglo XVI contamos con fascinantes historias de conquistadores negros. A saber:

Juan Garrido fue conquistador de México. Había vivido en Lisboa, donde se convirtió al cristianismo, cruzando el Atlántico a principios del XVI y enrolándose en diversas campañas militares caribeñas. Estuvo en la conquista de Cuba con Diego Velázquez así como en las expediciones de Juan Ponce de León por las Antillas y Florida. A posteriori, se embarcaría con Hernán Cortés y fue protagonista de la conquista de Tlaxcala y del asedio de Tenochtitlán. Su vida aventurera, empero, acabó y lo encontramos como granjero en Coyoacán, siendo que la tradición mexicana le adjudica ser el primero en cultivar trigo en América.

Juan Valiente fue conquistador de Chile. Al parecer procedía del actual Senegal y fue vendido como esclavo por portugueses. Llega a México en 1530, siendo comprado por un español llamado Alonso Valiente, de quien heredaría el apellido tras ser bautizado. Con todo, convenció a su amo para que lo dejara alistarse como conquistador por cuatro años, con cuyas ganancias pagaría su libertad. Así, llegó a Guatemala para unirse a la expedición que se dirigía al Perú, enrolándose con Diego de Almagro hacia el actual territorio chileno, viviendo la decepción de regresar al Cuzco sin éxito. Sin embargo, en la expedición de Valdivia, Juan Valiente contribuyó a fundar la actual Santiago de Chile, y en 1541 lo tenemos escapando de cruentos ataques; siendo que en ese mismo año había negociado su manumisión por mediación de un nieto de su amo que viajó desde México. En 1546 participó en la batalla de Quilacura, siendo premiado por Valdivia con el puesto de capitán. Al final no arregló su situación con su antiguo amo y si bien ya se veía como propietario en la encomienda de Toquihua, en 1553 cayó con las huestes de Valdivia en la batalla de Tucapel.

No fueron casos aislados. En Chile no sólo tenemos a Juan Valiente, sino también a Juan Beltrán, otro valeroso y aventurero conquistador negro. En Perú tenemos al mulato extremeño Juan García en la hueste de Pizarro, así como al mulato sevillano Miguel Ruiz, que ya se había destacado en Nicaragua y cruzaría el continente hasta conquistar el Tahuantinsuyo, destacándose en tierras de Cajamarca y llegando a recibir parte del botín de Atahualpa. Panamá y Honduras apareció Juan Bardales; como explorador del Yucatán podemos citar a Sebastián Toral, y en la conquista de Nueva Granada aparece el mulato Pedro de Lerma.

Y es que no en vano, sabemos de la presencia de negros libres en la costa peruana, especialmente en la zona de Chincha e Ica. La existencia de poblados de negros libres se da en la América Española desde Esmeraldas (en el actual Ecuador) en el siglo XVI hasta el Fuerte Mosé en la Florida del siglo XVIII; Mosé que a día de hoy es recordado por una homónima sociedad histórica como santuario de libertad para los negros que huían de los británicos.

Así, las continuas idas y vueltas de negros libres de Andalucía a América nos aportan valiosísimos datos sobre nuestra historia e idiosincrasia, pues por un lado, es una bofetada a la leyenda negra hispanófoba, mas por otro lado, también supone también una apertura hacia la complejidad que encierra nuestra providencial geografía como tierra de frontera y expansión frente a cerriles concepciones “eurocéntricas”. Y comoquiera que en el siglo XVIII se creó el Archivo de Indias de Sevilla, monumentalidad documental sin parangón: con el tiempo seguirán saliendo datos que inspirarán libros, y por qué no, también pinturas o músicas que contribuyan a poner más de relieve este legado universal y potencial.

En Sevilla, fueron también muy numerosos los esclavos negros.

“Hay infinita multitud de negras y negros de todas las partes de Etiopía y Guinea, de los cuales nos servimos en Sevilla y son traídos por la vía de Portugal”, explicaba el cronista Luiz de Peraza, en el primer tercio del siglo XVI.

Los cronistas de la época dejaron testimonio de que, por Sevilla, uno se encontraba a cada paso con esclavos negros, mulatos, blancos de color loro que recorrían calles, plazas, mercados, fuentes, puertas y las Gradas de la Catedral, entre otros lugares.

El trabajo del esclavo negro sevillano era de diferente signo. La mayoría se dedicaban al servicio doméstico y a tareas propias de los criados. Había porteros, amas de cría, fundidores, curtidores, olleros, albañiles… No fue el esclavo un “lujo” reservado a la nobleza. Cualquier artesano sevillano, por ejemplo, era dueño de uno o más esclavos negros en su negocio o en su casa.

Y es que Sevilla, junto a Lisboa, fue la ciudad de Europa con más esclavos negros durante el siglo XVI, porque tuvo el mayor mercado de esclavos de Europa. Las Gradas de la Catedral y la Plaza de San Francisco fueron los principales lugares en los que se desarrolló la actividad esclavista en la capital sevillana.

El negocio de los esclavos negros provocó que estos fueran muy numerosos en Sevilla, alcanzando una cifra altísima. Según un censo realizado por funcionarios eclesiásticos en 1565, había en aquel momento cerca de 7.000 negros esclavos en su censo, sin incluir a los negros que practicaban el Islam, a negros o mulatos libres, etc. Una población que, contando a todos esos grupos, se acercaba al veinte por ciento del total.

En el siglo XV, las rutas esclavistas que nutrían el mercado de Sevilla procedían de Portugal vía el Algarve, mientras que en el siglo XVI las rutas fueron las africanas, portuguesas y americanas.

Como hemos comentado, en 1393, el arzobispo sevillano Gonzalo de Mena fundó la Hermandad de los Negritos para auxiliar a los esclavos negros de Sevilla. Este clérigo, además, defendió en muchos casos los intereses de los esclavos negros sevillanos contra sus amos.

En los siglos XVI y XVII, la Iglesia católica intentó integrar a los esclavos negros de Sevilla en el resto de la sociedad sevillana, por medio de su participación en las celebraciones religiosas. En la celebración del Corpus, algunas mujeres de color tocaban y bailaban, pagadas por el propio Cabildo de la ciudad. Están documentados al menos 21 grupos de danzas de esta naturaleza en la capital sevillana desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII, con los significativos nombres de Los Negros, Los Negros de Guinea, La cachumba de los negros, Los Reyes Negros, etc.

También se formaron cofradías integradas por negros y mulatos que desfilaron por las calles de Sevilla durante la Semana Santa y que perduraron a través de los siglos. Basta enumerar a la Hermandad de los Negros de Triana, la Hermandad de los Mulatos de San Ildefonso y la Hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles Coronada que aún existe hoy conocida popularmente como la Hermandad de los Negritos (hasta mediados del siglo XIX, solo participaron en ella negros y mulatos).

Con el pasar de los siglos, la esclavitud que tantas injusticias y sufrimientos causó a millones de seres humanos en todo el mundo fue abolida y los esclavos negros de Sevilla y sus descendientes, por medio de matrimonios mixtos, se integraron en la sociedad sevillana y en ella se difuminaron.

 

Fuentes:

Antonio Moreno, Negros libres y conquistadores en la historia hispánica – El portal de los profesionales de seguridad y emergencias (belt.es)

Gabe Abrahams, Los esclavos negros de Sevilla – Rebelion

 


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